
La primera vez que se emplearon las palabras “gato” y “zombi” juntas fue en un whatsapp que tía Enriqueta envió a su hija Antonia, el 23 de abril de 2019. La tía Enriqueta vivía cerca de la base de Torrejón de Ardoz y estaba medio sorda por los despegues de los cazas, por eso no oyó a Elías, el gato, cuando empezó a dar órdenes al viejo conejo Chispa, que hacía mucho tiempo que no daba más de tres pasos seguidos sin tumbarse de nuevo, y obligarle a correr por toda la casa como alma que lleva el diablo. De hecho, la tía Enriqueta no vio mucho más porque se tropezó con Chispa cuando éste daba su segunda vuelta alocada por la cocina y la mujer se golpeó la crisma contra el borde de la encimera. Adiós, tía Enriqueta. Ella fue la primera víctima oficial de la Guerra Mundial GZ.
(Sé lo que estáis pensando: ¿quién puede ser capaz de tener un conejo suelto por la casa como mascota? Y que además, siendo macho, tenga un nombre de chica ¿no es también muy raro? Pero en ningún momento he dicho que la tía Enriqueta estuviera bien de la azotea ¿verdad? Pues eso.)
Han pasado más de dos años desde aquello y los gatozombis ya dominan el mundo. Al principio tratamos de contenerlos, pero fue una tarea inútil: en los pueblos y en las ciudades salieron gatozombis de todas partes, de cada oscuro rincón, de cada tejado de zinc, de cada balcón. El mundo no estaba preparado para una invasión de estas características. La voz de los gatozombis tiene el poder de subyugar a cualquier ser vivo que la escuche, con unas pocas excepciones: los peces y nosotros. Los humanos cayeron hechizados bajo las palabras sibilinas de los felinos, quienes llevaban centurias infiltrándose entre ellos, mientras formaban parte de la familia pero sin ser nunca uno más de ella. Tal vez ahora entendáis por qué los gatos siempre van a su aire y sólo hacen carantoñas cuando les interesa.
Porque sí, amigos, todo esto obedece a un macabro plan que ya comenzó a ser pergeñado en los tiempos de los faraones y de las pirámides, un elaborado golpe que ha tardado miles de años en ser puesto en práctica, no por abandono, sino porque ellos solamente estaban esperando el momento adecuado para llevarlo a cabo con absoluta garantía de éxito. Y esta oportunidad se la dio el virus que se escapó de China y que se esparció a lo largo y ancho del planeta: los confinamientos fueron la ocasión perfecta que habían ansiado durante tanto tiempo para lograr hacerse con el control de los hogares y también de las calles. La estampa fue aterradora, sin duda: gatos erigidos sobre sus patas traseras, caminando de un lado para otro en los hogares como pequeños Hitler furibundos, dando órdenes a todo ser vivo de la casa. Humanos y perros tuvieron suerte de contarlo, pero los pájaros que se creían vivir a salvo de todo dentro de sus jaulas inexpugnables… fueron los primeros mártires en caer en esta guerra. Junto con la tía Enriqueta, claro está.
Para cuando el mundo quiso luchar para recuperar su libertad, ya la había perdido para siempre: los gatozombis habían instaurado su reinado de terror en todo el planeta y se habían autoproclamado los líderes supremos del mundo civilizado. De acuerdo, puntualicemos: del mundo civilizado sobre tierra firme, no de las superficies cubiertas por el agua. Los gatos odian el agua y todo el mundo lo sabe.
Con este panorama, sólo nosotros podíamos hacer algo para defendernos de esta invasión y recuperar el reino perdido. Porque, seamos realistas, los peces poca ayuda nos pueden ofrecer: no tienen patas, no pueden respirar fuera del agua y, salvo un par de honrosas excepciones, tampoco destacan por su inteligencia. Serían carne de cañón y bocado de gato, y no necesariamente por ese orden.
Así que sí, ladies and gentlemen, estamos solos en esto, pero no sucumbiremos a la desesperanza. Y tendremos que ser nosotros, los perros, quienes salvemos la jodida situación como siempre hacemos todo, con una estúpida sonrisa y la lengua fuera. Somos optimistas por naturaleza y no nos asustan los gatos cabrones.
Venceremos.
Se despide el teniente coronel Hociquito, a vuestro servicio.
Posdata: Lo sé, menuda mierda de nombre para un salvador del mundo. Pero es el que me pusieron de nacimiento y yo soy muy tradicional, así que no me lo pienso cambiar, os guste o no.
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